La mañana del 12 de abril de 1945, en su imparable avance hacia un Berlín cada vez más desesperado, las tropas aliadas liberaron el campo de exterminio de Auschwitz.
Cuentan que, al comprobar in situ el ingente horror de la barbarie nazi, el general Eisenhower ordenó que todo se fotografiara y se filmara con el máximo detalle, no fuera que “algún día, en el correr del tiempo, algún bastardo diga que esto no ocurrió realmente”.
Gracias a este momento de histórica clarividencia, hoy disponemos de material más que suficiente para respaldar el hecho frente a la fragilidad de la memoria. Aún así, no ha faltado algún que otro bastardo -que diría Eisenhower- que ha intentado blanquear aquel horror o banalizarlo, tergiversando la historia.
Ike, como era conocido familiarmente entre sus subordinados, sabía muy bien que la memoria resiste mal el paso del tiempo y que el olvido es el abono que hace proliferar la mala hierba del revisionismo, que envenena la paz y la convivencia y alimenta la cizaña populista.
Todo esto se me viene a la cabeza mientras me crece la náusea que me provocan desde sus púlpitos cargados de abyección y falsedades los revisionistas de la nueva extrema derecha española -o bastardos, que diría Eisenhower- cuando banalizan el franquismo y calumnian y humillan a las víctimas de genocidio español, muy particularmente a Las Trece Rosas.
La razón de que Ortega Smith y otros modernos revisionistas -los bastardos a los que se refería Eisenhower- vengan ahora a emponzoñar con su veneno neo fascista, tiene mucho que ver con las razones que llevaron a aquellas trece jóvenes a perder la vida brutalmente en la madrugada del 5 de agosto de 1939, acribilladas contra la tapia del madrileño cementerio de La Almudena. Con el motivo por el que las asesinaron, como lo hicieron con decenas de miles de españoles a la largo y ancho de nuestra entonces arrasada geografía. Con la ignominia de toda aquella matanza, más difícil aun de explicar -si es que puede explicarse de alguna manera la violencia- acabada como estaba ya la guerra.
Con todos sus defectos -pocos o muchos, según preguntes a tu izquierda o a tu derecha- la II República fue un hito en la historia de España, porque por primera vez en el Gobierno del Estado no había miembros de las oligarquías, ni curia, ni generales, ni ninguno de sus representantes políticos -excepto en el Bienio Negro, que volvieron los de siempre, aunque lucieran otras fachas-.
Es sabido, pese a que ahora quiera nublarse la memoria, que las urnas del 14 de abril les pasaron por encima al poder secular y a la monarquía y que mientras ésta ponía pies en polvorosa, por si acaso, al gobierno llegaron los intelectuales, de la mano de los potentes movimientos obreros y proclamaron un nuevo orden de manera incruenta, pacífica y hasta fiestera. Tanto es así, que más que un nuevo régimen de gobierno, parecía un sueño.
Y claro, aquella generación que se atrevió a desafiar al poder secular y a proclamar libertad y derechos universales por primera vez en toda nuestra atribulada historia, tenía que pagarlo caro.
Tras el consabido Golpe de Estado, Franco sabía muy bien que no bastaba con ganar la guerra para perpetuarse cómodamente en su sueño de poder absoluto. Sabía que bastaría con que quedara con vida uno solo de aquellos corazones que habían latido libres y emancipados, para que la semilla de esa libertad conquistada germinara ya para siempre en el solar patrio. Y no podía consentirlo.
Por eso asesinaron a las Trece Rosas, terminada ya la guerra. Porque había que liquidar a todos los portadores del germen de la libertad. Por eso exterminaron a decenas de miles de personas cuando ya no había contienda. Por eso el holocausto español.
Creo sinceramente que todos los españoles y españolas que hoy disfrutamos de este sistema de libertades del 78, independientemente de la ideología que profesemos, independientemente del partido al que votemos, les debemos algo a Las Trece Rosas. Como se lo debemos a todos los miles y miles de españoles y españolas exterminados después de la guerra por la cruel represión de los golpistas.
Por eso ahora que algún que otro revisionista -o bastardo, que diría Eisenhower- calumnia a todas aquellas personas que pagaron con su vida o con su libertad o con el exilio, su tentativa de hacer un país libre y democrático, deberíamos tener en cuenta que lo hacen porque en el fondo, Franco fracasó.
Porque ni los disparos de aquella aciaga madrugada de agosto de 1939 contra la tapia de La Almudena, ni todos los disparos de muchas otras madrugadas y de tantas otras tapias; ni toda aquella represión, ni todo aquel odio, pudo jamás erradicar de los corazones de las y los fusilados, la semilla de la emancipación.
Porque la sangre de los mártires germinó en la tierra de los enterramientos furtivos. En las solitarias cunetas. En las fosas comunes de los camposantos. En todas partes donde se derramó la roja simiente de los inocentes. Y de esa simiente crecieron otras generaciones de corazones que ya nunca se conformaron, que lucharon y resistieron y que consiguieron lo que hoy tenemos. Lo que estos neofascistas -o bastardos, que diría Eisenhower- nos quieren quitar.
Por eso las calumnian, porque no soportan que su recuerdo siga vivo, que su nombre no se haya borrado de la historia, como Franco pretendía. Para que la opinión pública no pueda reconocer en sus nombres el heroísmo de su lucha, de su martirio, ni el eco de un pasado atroz y vergonzante, que nunca más se debe repetir.
Porque no basta con fusilar un corazón ardiente de idealismo para acallar su brillante latido. Hay que rematarlo una y otra vez con el tiro de gracia de la falsedad, de la calumnia. Manchar la memoria y el honor de aquellas heroínas del pueblo que se enfrentaron a la muerte con la entereza y la dignidad de la que carecen estos fascistas -bastardos, que diría Eisenhower-.
Así que ahora tú, que estas pensando a quien votar cuando haya que votar de nuevo, ten en cuenta que cada voto que obtengan, será una bala más con la que seguir acribillando la memoria de los mártires que dieron su vida por nosotros. Ten muy presente que cada voto será la munición con la que algún día dispararán a otros inocentes para volver a cambiar la historia de la única manera que saben hacerlo: a sangre y fuego. Piensa que si fuera por ellos simplemente no podrías votar, como no se pudo votar durante los cuarenta años que gobernaron a la fuerza sus abuelos.
Ten muy presente que una vez que lleguen al poder, ya no van a querer abandonarlo, por mucho que tú te arrepientas después de haberles votado. Que te arrepentirás, cuando veas que no solo son no son la solución, sino que son el problema. El mismo problema de siempre.
Quiso el caprichoso devenir, que años después de liberar moribundos supervivientes de los campos de la ignominia nazi, entre los que se contaban, por cierto, no pocos republicanos españoles, a Eisenhower, ya Presidente de los USA, le convino en plena Guerra Fría blanquear y rescatar al franquismo del merecido aislamiento internacional al que las democracias del mundo lo habían relegado, ganando así un socio estratégico para el Tío Sam en el sur de Europa.
Se les pudo ver al Mr. President -antiguo general libertador del nazismo- y al dictador -antiguo aliado de Hitler- fundidos en un indecente abrazo junto a la escalerilla del Air Force One que, afortunadamente, también quedó fotografiado y filmado para la historia.
Esos bastardos -que diría el General-.
A. Trigo
Publicado originalmente en Facebook el 8 de octubre de 2019